The Rocky Horror Picture Show es una película de culto que se ha convertido en un clásico gracias a gozar de los fans más persistentes de la historia del cine (ríanse de los trekkies), con proyecciones ininterrumpidas donde los espectadores, además de corear las canciones y repetir por completo los diálogos, se visten como los protagonistas, convirtiendo el visionado de ésta en puro espectáculo.
Se trata de una agradable comedia musical que sobrepasa la mera parodia del género fantástico (en la cinta se aúna tanto la ciencia ficción como el terror), mas no es una irreverencia que se toma a chufla el cine sobre el cual bromea, sino que es el más sincero y querido homenaje. Pero hay algo más en este musical, una maravillosa locura que habla de la libertad personal, tanto sexual como de pensamiento, pues se trata de una apología de la bisexualidad como la expresión máxima de la propia emancipación y que emana de casi todos los personajes, en especial de Frank N. Furter, el doctor loco y travestí más divertido de la galaxia, interpretado por un genial Tim Curry. Gracias a él todos descubren esa sexualidad oculta que tienen dentro de ellos, contándose siempre en un tono agradable, natural, sin prejuicios y sobre todo sincero, algo que hay que admirar. Que aprendan los directores de hoy, que cuando hablan del tema lo hacen en tono pedante o lo toman como burla y mediante tópicos.
